Calle de la Barrilla

 

En el barrio de Los Pozos, en la capital de Fuerteventura, y junto a calles como Puerto de Cabras o Calle del Cosco, encontramos una que lleva el nombre de Calle de la Barrilla. Hace referencia a una planta conocida técnicamente como “salsola kali”, es originaria de Sudáfrica y está extendida por todo el mundo habiendo procurado en tiempos remotos una multitud de beneficios que hoy nos resultan difíciles de calibrar. Se presenta como un vegetal humilde que crece en terrenos más bien pobres y de secano, pero de su combustión se extraía un elemento fundamental para elaborar, entre otras cosas, el jabón.

En Canarias proliferan de manera generosa sobre todo en el litoral costero (franja de vegetación que abarca los primeros cincuenta metros de altitud). Estamos hablando de un organismo halófilo, lo que significa que se desarrolla perfectamente en ambientes con abundancia de sales, lo que hace referencia tanto a las que impregnan la tierra como a las que flotan en el aire, así que qué mejor para crecer que hacerlo al borde del mar, en un entorno tan rico de este elemento como son las islas Canarias.

Para defenderse del exceso de sal, este tipo de plantas utilizan dos mecanismos. Uno es el de la suculencia, que consiste en llenarse de agua volviéndose carnosas al equilibrar de esta manera la concentración de sales. Son ese tipo de plantas que se conocen como “suculentas” y que nos llaman la atención porque parecen estar siempre hinchadas. El otro mecanismo de protección consiste en expulsar el exceso de sal por unas glándulas que se encuentran en las hojas. Es como si, de alguna manera, las plantas sudasen y a veces podemos verlo en forma de pequeñas gotas grisáceas que se acumulan en su superficie.

Viven a ras del suelo para evitar ser dañadas por las corrientes de aire y sus ramas tienen forma de rombo o espátula. Al principio son verdes, pero con el tiempo se vuelven rojizas y los cristales con los que se adornan hacen que en algunos lugares se las conozca como “yerba de vidrio”.

Una vez recogidas y quemadas, se obtenía de ellas una especie de ceniza que contenía una gran acumulación de sales alcalinas de las que se extraía la sosa. Esta se exportaba desde el archipiélago hasta Europa, y era muy apreciada sobre todo en Inglaterra, donde servía para elaborar los jabones que empezaban a proliferar como artículos de tocador en las casas adineradas. Después, sería sustituida por otros productos químicos que abaratarían su coste y contribuirían a popularizar las nuevas costumbres higiénicas.

Al parecer, se necesitaban quemar dos toneladas de vegetales secos, en una hoguera continuada que debía durar casi tres días, para obtener unos cincuenta kilos de piedra de sosa. Se vendía muy bien pues, además de para la elaboración de jabón, servía como ingrediente principal para la fabricación de vidrio y también para blanquear artículos de origen textil, como el papel y la ropa. La ceniza de la barrilla contenía una gran cantidad de ácido oxálico. Mezclada con cal y arena se obtenía vidrio. Barrilla más aceite era igual a jabón. También servía para preparar una mezcla en la que se mantenían sumergidas las aceitunas, debidamente cortadas, hasta que perdieron su sabor amargo y se hicieran comestibles.

Como colofón a sus numerosas utilidades, en épocas de penuria y tanto en Fuerteventura como en Lanzarote sus semillas se recogían y se tostaban para convertirse después en una especie de gofio. Valiosa y modesta planta, la barrilla, y digna de figurar en los callejeros de la isla junto a nombres más célebres y conocidos.

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