El municipio de Antigua, fundado por
colonos europeos teniendo en cuenta la buena calidad de sus tierras y considerado
un punto estratégico entre la entonces capital, Betancuria, y los embarcaderos
del este de la isla, en especial el de Pozo Negro, guarda también en sus calles
la memoria histórica de Canarias. Da fe de ello la que lleva el nombre de
Tinguaro.
Calle
Tinguaro
Se cree que en lenguaje guanche Tinguaro significaba
hombre de gran valor y esto es lo que se presume de un personaje de Tenerife al
que municipio de Antigua ha dedicado una calle en pleno centro urbano, muy
cercana a su bonita iglesia.
Parece que este apelativo se lo dio el poeta Antonio
de Viana, que publicó en 1604 su famosos poema histórico “Antigüedades de las
Islas Afortunadas”, y el nombre se fue repitiendo hasta llegar a nuestros días.
Lo tomó del espacio arqueológico de Chiguaro, hoy santuario cristiano, situado en
el término municipal de Güímar y primer lugar donde los guanches rindieron culto
a la Virgen de Candelaria, encontrada en la playa de Chimisay en tiempos anteriores a la conquista
de la isla.
Conocido también como Chimenchía o Himenchía (los historiadores
no se ponen de acuerdo en torno al que fue su nombre verdadero), que
significaría “joven rey”, lo cierto es que este personaje pertenecía a la clase
social de los achimencey, formando parte por tanto a la clase dirigente. Debió nacer
en torno a 1495 y junto a su hermano Bencomo, mencey de Taoro, ha pasado a la historia como uno de los guerreros
que ofrecieron mayor resistencia a la conquista de Canarias.
Según el historiador y médico canario Juan Bethencourt
Alfonso, que escribió una interesantísima “Historia del Pueblo Guanche”, Tinguaro
era el jefe de la provincia o achimenceyato de Acentejo.
Antonio de Viana relata también que antes de las
batallas que resultaron decisivas, durante el “tagoror” (consejo) mantenido entre
los reyes guanches de la isla, Beheneharo, mencey de Anaga, le promete a
Tinguaro la mano de su hija Guacimara y la herencia de su reino si consigue
derrotar a los castellanos. Guajara, amante de Tinguaro, se siente celosa por
en interés de éste muestra ante la propuesta y consigue que Ryuman, hijo de Bencomo y
amante a su vez de Guacimara, huya con la esposa prometida. Tinguaro obliga
entonces a Bencomo a casarse con Guajara convirtiéndose no obstante en el
gobernador de Anaga. De esta unión nacieron cinco hijos, que al ser bautizados
después de la conquista recibieron los nombres
de Ana Hernández Pérez, Pedro Hernández, Francisca Pérez, Inés Pérez y
Juana Pérez.
Tinguaro es el gran protagonista de la portentosa
victoria que tuvo lugar durante la batalla conocida como “Matanza de Acentejo”,
en la que las tropas castellanas fueron completamente
abatidas por los guanches. Meses antes de esta hazaña que permanece inalterable
en el imaginario del pueblo canario, en mayo de 1494, el capitán conquistador Alonso
Fernández de Lugo había desembarcado en
la isla, penetrando con sus soldados en dirección al valle de La Orotava. Su
intención era acabar con la última resistencia que estaba oponiendo el caudillo
Bencomo. Pero este decide enviar a su hermano Tinguaro con unos trescientos
hombres mientras él reagrupa sus tropas para presentar batalla. La compleja orografía
del terreno, que los aborígenes dominaban, sorprende a los castellanos, favorece
a los guanches y en el barraco de Acentejo se produce la masacre.
No se amilana Alonso Fernández de Lugo, que regresa al
año siguiente después de abastecerse tropas y pertrechos. Tinguaro,
envalentonado por la victoria anterior, se pone de nuevo al frente de los
guanches, acompañado por su hermano, el mencey Bencomo y el hijo de éste, su
sobrino Bentor.
El 14 de noviembre de 1495 se encuentran frente a
frente los dos bandos, pero, grave error estratégico de los aborígenes, en vez
de en un territorio abrupto lo hacen en una llanura próxima a la actual ermita
de Nuestra Señora de Gracia. Comienza así la conocida como “batalla de La
Laguna”. Las tropas guanches atacan desde tres frentes: el centro, dirigido por
el mencey Bencomo, el ala derecha dirigida por el rey Acamio de Tacoronte, y el
ala izquierda defendida por el propio Tinguaro.
Cuando la batalla parece inclinarse definitivamente del
lado castellano, los guanches comienzan a retirarse y Tinguaro se dirige a la
ladera de la montaña de san Roque. Allí le encuentra el soldado grancanario Pablo
Martín Buendía (Gran Canaria ayudó en los años finales a los castellanos a terminar
la conquista) y entendiendo mal sus palabras de rendición, le atraviesa con una
lanza. Estos hechos parecen pertenecer a la leyenda, pues hay quien dice que fue
Bencomo quien hizo frente a Buendía. Lo cierto es que ambos hermanos debieron
morir tras la batalla, por lo que Bentor fue entronizado como nuevo rey.
Pero aún no había acabado la guerra y meses más tarde tuvo
lugar la conocida como “segunda batalla del Acentejo”, en la que participó
Bentor. Ambos bandos lucharon a la desesperada: los castellanos, por subsanar el
honor perdido en la anterior batalla, en aquel mismo lugar; los guanches, por recuperar
de una vez por todas el dominio de sus tierras. Inclinada la batalla de nuevo a
favor de los castellanos, su líder, Bentor, se suicidó despeñándose y quizá
pronunciando la frase “Atis tirma”, (“por ti, tierra”), el grito de sus antepasados
en momentos similares
Al margen de cómo se desarrollaran con exactitud todos
estos acontecimientos, es un hecho que la muerte de estos caudillos debilitó la
resistencia y facilitó finalmente la incorporación de todo el archipiélago a la
Corona castellana.
Rosario
Sanz Vaquero