La historia de Fuerteventura está llena de
acontecimientos sociales e históricos que han quedado reflejados en el
callejero. Tuineje rinde homenaje, por ejemplo, a la batalla de Tamasite y al
protagonista del enfrentamiento con los ingleses, el general Umpiérrez. Otras
veces son las iniciativas en favor de la economía majorera las que llevan a
honrar la memoria de algunas personalidades. Tal es el caso de la calle García
Escámez.
Calle
García Escámez
Aunque la calle García
Escámez se encuentre en pleno centro de Puerto del Rosario, junto a la conocida
playa de Los Pozos (o Playa Chica), lo cierto es que está vinculada a una zona situada
cerca de la localidad de Los Molinos, próxima a una presa del mismo nombre que fue
construida en la década de los años cincuenta para revitalizar un poblado de
colonos a los que las autoridades decidieron conceder ayudas para cultivar la
tierra.
El proyecto, pionero en
su momento, cristalizó en un enclave conocido como Las Parcelas y hoy cuenta con
un teleclub, una iglesia, una escuela y un parque infantil. En una de las
fachadas laterales del cetro de ocio puede verse una placa con la inscripción
«Colonia García Escámez» que nos remite a una iniciativa de aquel militar que
era mando económico del archipiélago y capitán general de Canarias. El señor García
Escámez tuvo la idea y la generosidad de comprar aquellas tierras en el año
1946 con objeto de reactivar tanto la agricultura como la ganadería de las
islas. Cerca de doscientas familias pudieron beneficiarse de esta iniciativa y
a cada una de ellas se les entregaron dos hectáreas de tierra, una de las cuales
era de regadío. Desde la presa se tendió un canal con una capacidad de
conducción de unos cien litros por segundo y se construyó una red de acequias que
alimentaban las parcelas, nombre por el que acabó conociéndose el singular
pueblo.
Junto a las tierras, a
los campesinos se les proporcionó también todo tipo de utillaje, semillas y
abonos. Cada familia era beneficiaria de la primera cosecha y se cuenta que algunas
llegaron a conseguir hasta diez mil pesetas de la época, lo que por aquel
entonces era un pequeño capital. El resto de las sucesivas cosechas era llevado
a Gran Tarajal, desde cuyo puerto, un punto estratégico de la isla en lo que a
tráfico de mercancías se refiere, llegaba a Las Palmas para comercializarse a
través de las empresas Suárez y Betancort.
Aquellas parcelas no se
podían vender, pero sí heredar de padres a hijos. Hoy residen allí varias
familias aunque la presa de Los Molinos ya no retiene tanta agua como antaño y las
canalizaciones tampoco funcionan como en sus mejores tiempos. Su pequeña iglesia
está dedicada a San Andrés que, como corresponde, es el patrón de los
agricultores. Fue construida en 1998 y desde la parroquia de santo Domingo, en
la vega de Tetir, al santo se le trae en procesión para realizar una misa y
devolverle después a su lugar de origen. Según la tradición, estos actos
religiosos conmemoran una leyenda según la
cual la majorera María Jesús Cabrera Fuentes rezó al santo para que acabara con
una terrible sequía que azotaba la isla allá por los años cincuenta. Y debió hacerlo
con tanto fervor que enseguida se abrió el cielo y empezó a llover durante
varios días.
Rosario
Sanz Vaquero