Calle
de La Molina
En la localidad majorera de El Cotillo encontramos la Calle
de La Molina, que alude a una versión simplificada de los tradicionales molinos
que dan tanta personalidad a la isla hasta el punto de emparentarla con algunas
localidades de Castilla- La Mancha.
La paulatina colonización de Canarias supuso que su
población nómada se fuese haciendo más sedentaria, y con ello también se
transformaron sus hábitos, convirtiendo su economía en básicamente cerealista,
por lo que la molienda se hizo imprescindible.
Las primeras técnicas eran conocidas como “molinos de
sangre”, ya que necesitaban de la colaboración animal, y a veces humana, para
triturar el grano. Otro procedimiento muy tradicional que se encontraba en casi
todas las casas consistía en los llamados “molinos de mano” (recipientes en los
que se trituraban los cereales aplastándolos con un pequeño mazo).
Todo cambió cuando se decidió contar con la
colaboración de los alisios, muy habituales en las islas. El molino de viento,
conocido también como “molino macho” fue el primero en implantarse en
Fuerteventura y resultó ser una copia casi exacta de los que ya existían en Castilla.
Eran de planta circular y tenían dos o tres alturas y cuatro o seis aspas. Se utilizaban
para moler los granos, tostados o sin tostar, y obtener así el gofio y
distintos tipos de harina. Sus muros eran de mampostería, hecha con piedras,
barro o mortero de cal. La maquinaria se ubicaba en la base y estaba compuesta
por dos muelas, la tolva y la canaleja. En la tercera planta había una rueda dentada
con su eje, el husillo y las aspas, generalmente ancladas a un eje horizontal
ligeramente inclinado. El rotor de aspas iba siempre a favor de los vientos
dominantes y todo el conjunto estaba protegido por una cubierta cónica de
madera que es la que siempre les ha dado siempre su imagen característica. Los
molinos de viento tradicionales se fueron instalando en Fuerteventura desde
finales del siglo XVIII y continuaron hasta comienzos de XIX, cuando fueron
sustituidos por un artefacto más sencillo que realizaba similares prestaciones.
En la segunda mitad del siglo XIX comienza a verse en
la isla de La Palma un tipo de molino al que se le da el nombre de “sistema
Ortega” en honor a su inventor, don Isidoro Ortega Sánchez. Se extiende después
a Lanzarote y Fuerteventura donde, para distinguirle de su predecesor, se le
conoce como “molina”, siendo el resultado de algunas modificaciones realizadas
por los artesanos locales de estas islas.
Las molinas estaban formadas por la torre, el edificio
y la maquinaria, siendo ésta mucho más sencilla para prestaciones similares. Era
la torre de madera la que sostenía todo el mecanismo, que se apoyaba a su vez en
un pivote metálico que giraba sobre una plancha de hierro colocada en el suelo.
La maquinaria realizaba su labor con dos muelas, la tolva y la canaleja. Su
principal ventaja era que el molinero podía realizar su labor a ras del suelo,
sin tener que transportar arriba y abajo los pesados sacos de cereal, lo que
supuso una simplificación considerable de su trabajo.
Molinos y molinas de Fuerteventura merecieron ser
declarados Bien de Interés Cultural en julio de 1994. Tenemos ejemplos muy
representativos en Antigua (Valles de Ortega, Antigua y La Corte son tres de
ellos), Puerto del Rosario (Puerto Lajas, Tefía, La Asomada y algunos más) y La
Oliva (Corralejo, Villaverde y Lajares, entre otros). Su contribución al paisaje
majorero ha sido decisiva para dotar a Fuerteventura de una personalidad única
que la distingue del resto de islas canarias.
Rosario
Sanz Vaquero