Calle Arístides Fernández Morán

 

Paseamos por las calles, hacemos gestiones en ellas, quedamos con los amigos, enviamos cartas… Y no siempre sabemos el significado de esas placas que algún día fueron colocadas para señalar que algo debe permanecer vivo en la memoria.  

Este mes nos vamos a referir a una calle que lleva un nombre muy conocido en toda Fuerteventura: la calle dedicada a don Arístides Hernández Morán, que ha fallecido hace unas semanas dejando tras sí una trayectoria profesional impecable y un recuerdo y un afecto especial en las personas de la isla.

 

 

Calle Doctor Arístides Fernández Morán

 

Don Arístides Hernández Morán nos acaba de dejar y no es exagerado afirmar que en Fuerteventura ha provocado un pesar sincero, porque no en balde era una institución para los isleños. Se le conocía  familiar y cariñosamente como “don Arístides” porque “don Arístides” no había más que uno: el médico que había tratado desde hacía muchísimos años a toda su familia.  

Se ha ido en un tiempo difícil que no permite homenajes multitudinarios, pero su recuerdo permanecerá vivo generación tras generación porque no en balde en Puerto del Rosario hay un Centro de Salud que lleva su nombre y también se le ha homenajeado con una calle muy cercana al Hospital Insular Nuestra Señora de la Peña.

Don Arístides Hernández Morán nació en Santa Cruz de Tenerife el 17 de abril de 1926. Obtuvo el título de Bachiller por la Universidad de La Laguna en 1945 y desde 1946 hasta 1952 desarrolló los estudios de la Licenciatura en Medicina y Cirugía en la Universidad de Cádiz. En años sucesivos consiguió también los títulos de médico  especialista en Medicina Interna, Dermatología y Medicina Familiar y Comunitaria. También se diplomó en Medicina Geriátrica y  fue médico examinador aéreo del Centro de Investigación de Medicina Aeronáutica.

En 1953 llegó a Fuerteventura como parte del servicio militar y años más tarde se estableció en Puerto del Rosario, donde ha vivido siempre. Influyó decisivamente en esta decisión de quedarse el hecho de contraer matrimonio con doña África, una majorera fallecida hace unos años a la que todo el mundo recuerda por su temperamento activo, su simpatía y su abnegación a la hora de colaborar en las tareas de su marido.

Inquieto investigador y preocupado por los problemas de la isla, ya desde 1954 realizó un mapa sanitario de Fuerteventura determinando los focos de las fiebres tíficas y paratíficas que por entonces asolaban la isla, poniendo en marcha a partir de entonces una Campaña de Quimioprofilaxis que permitió erradicar la tuberculosis de Fuerteventura.

Ejerció prácticamente en todos los municipios de la isla y con su moto (ya que con un coche no se podía desplazar por los barrancos) llevó el auxilio a muchas familias en unos momentos en los que apenas tenían dinero para medicinas. Todo esto lo describe minuciosamente en su libro “Recuerdos de un médico rural”, de lectura obligada para todo aquel que se quiera adentrar en las entrañas de la isla durante los años cincuenta y sesenta del siglo pasado.

Entre sus muchas distinciones, don Arístides es Hijo Adoptivo de Fuerteventura y de Puerto del Rosario. Hace unas semanas fue propuesto por el Ayuntamiento capitalino para la Medalla del Mérito al Trabajo, distinción que aún puede concederle el Gobierno de la nación a título póstumo. Hace un año, la emisora Onda Fuerteventura le hizo “Majorero del Año”, distinción que reconoció con su modestia de siempre mientras el auditorio al completo, puesto en pie, le vitoreó durante varios minutos.

Don Arístides se fue satisfecho de su vida ya que obtuvo casi todos los reconocimientos posibles que otorga Fuerteventura. Y aunque no tuvo hijos, estaba orgulloso de contar con el cariño de los vecinos que pasaban a visitarle de vez en cuando y los que acudían a su consultorio altruista en su casa de Puerto del Rosario.

Durante sus últimos años se esforzó por exigir una mejora de la situación sanitaria en la isla hasta el punto de hacer a pie, a pesar de su avanzada edad, un tramo de la última manifestación que se organizó en la capital con este motivo. Su último deseo, que repetía en entrevistas y a todo el que quisiera escucharle, era ver un hospital geriátrico para atender específicamente a los ancianos de Fuerteventura. Ojalá su deseo se haga realidad algún día.

 

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