El Ayuntamiento de Tuineje decidió hace
años rendir homenaje a los primeros maestros de la zona, en concreto a los que
ejercieron en Gran Tarajal. Así podemos ver plazas que recuerdan a “Don Antonio
el maestro”, “Doña Josefina la maestra” o “don Luis el maestro», cuya figura
vamos a reseñar a continuación.
Calle
Don Luis el maestro
Don Luis Cabrera, conocido por todos como don Luis, el
maestro, es una figura significativa de lo que supuso para Gran Tarajal una
hornada de profesores excepcionales que supieron transferir sus conocimientos y
su formación personal y humanística a centenares de alumnos.
Tal es el caso de los recordados entrañablemente en
sendas placas de la localidad, como don Antonio o doña Josefina. También don
Luis dejó su impronta personal entre muchos de los alumnos de Gran Tarajal,
algunos de los cuales todavía pasean hoy por sus calles. Le recuerdan como a un
hombre afable y recto que les impartió una excelente educación que abarcaba
todas las materias, de las que era experto.
Nació en el emblemático municipio grancanario de Teror
en el seno de una familia bastante humilde. Su madre, que quedó muy pronto a
cargo de una numerosa prole, consiguió que entrase como monaguillo en la
Basílica de Nuestra Señora del Pino, Patrona de la diócesis de Canarias. Allí,
el párroco que le daba clase se percató enseguida de su inteligencia y afán por
conocer y decidió ayudarle para ingresar en el Seminario de Las Palmas. Aquella
era siempre una solución para que muchachos con pocas posibilidades de costearse
estudios superiores pudiesen acceder a unos conocimientos tan completos como
los que proporcionaba la Iglesia. Algunos descubrían años más tarde su escasa
vocación religiosa y abandonaban este camino, pero aquella formación permitió a
muchos jóvenes llegar a ser excelentes sacerdotes.
Don Luis Cabrera pertenecía al primer grupo y al acabar
el bachillerato fue reclutado por las tropas de Franco para participar en la
guerra civil durante la cual combatió en los frentes de Andalucía. Acabada la
contienda, obtuvo el título de maestro y comenzó dando clases en la localidad
grancanaria de Agaete. Más tarde fue destinado a Toto, en Fuerteventura, un
paraje que siempre se ha caracterizado por su agricultura floreciente, pero las
circunstancias hicieron que una riada destruyera la escuela en la que
trabajaba. Recaló en Gran Tarajal, que ya por entonces despuntaba como una de
las más pujantes localidades majoreras, y comenzó impartiendo sus clases en el
antiguo Bar Playa, que ya no existe, y hasta en un almacén de tomates.
Don Luis Cabrera es recordado por los vecinos más
mayores como un profesor excepcional que no se limitaba a enseñar lo básico sino
que actualizaba constantemente sus conocimientos, lo que sin duda contribuyó a
que sus alumnos fueran considerados de los mejor preparados. Creo una Academia para
que pudieran obtener el título oficial de Bachillerato y cuando iban a examinarse
a Puerto del Rosario los intercalaban entre el resto de alumnos al
considerarlos, en general, más aventajados. De hecho, los estudiantes de Gran Tarajal
fueron de los primeros universitarios que dejaron Fuerteventura para proseguir
sus carreras en la Universidad de Las Palmas.
Por aquel entonces, había en esta zona de Tuineje
hasta nueve escuelas para acoger a los muchos alumnos de la zona. Incluso a los
de las casas de Las Playitas (entonces un reducto marinero, convertido hoy en
un importante foco turístico) se los recogía a diario para que pudiesen acudir
a estudiar. Don Luis consideró entonces la idea de que era mejor unificar todas
las escuelas en una sola y se puso de acuerdo con el inspector de educación,
don Cristóbal García Blairzy, cuyo nombre lleva hoy un colegio por ser él quien
consiguió la reagrupación.
Compatibilizó durante muchos años las labores docentes
en Gran Tarajal con la dirección de las escuelas de la zona centro y sur de la
isla (desde Antigua a Morro Jable). A su casa acudían con frecuencia muchos
maestros que departían con don Luis y su esposa en un ambiente de familiaridad
absoluta.
Una vez jubilado, volvió a su Gran Canaria natal y se
instaló en el municipio de Santa Brígida para ayudar en el cuidado de su
cuñado. Posteriormente un familiar le cedió una casa en Teror, donde falleció
en 1982 rodeado del cariño de sus familiares y amigos.
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